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El Presidente de El Salvador, su popularidad, su futuro

La semana pasada el mandatario salvadoreño Nayib  Bukele, procedió a decretar un aumento salarial del 20% de incremento,  al salario mínimo, para todos los trabajadores salvadoreños que laboran bajo  esta modalidad.

A primera vista, una medida extremadamente popular, que va de la mano con más del 84% de aceptación, que al día de hoy  goza el presidente Bukele en su país.

Todos queremos mejorar el nivel de vida de nuestros colaboradores, más cuando se trata de los más desposeídos y obviamente necesitados.  No obstante, está científicamente comprobado que las medidas populistas de aumentar el salario mínimo por decreto, produce entre otras cosas, mayor desempleo y por ende agrava la situación de muchos colaboradores en las empresas. En el largo plazo es más caro el remedio que la enfermedad.

Voy a abordar al respecto:

Es ineludible reconocer el proceso inflacionario que se vive a nivel mundial, fruto de las emisiones de moneda que en diferentes países se vieron obligados a implementar, a efectos de apalear los hallazgos producidos por el COVID-19.  Fue necesario subsidiar a muchos sectores económicos que se vieron profundamente golpeados por la paralización de actividades durante la pandemia, así como a las personas que de alguna u otra manera quedaron paralizadas en sus lugares de trabajo, entendiendo que estaban obligados a llevar el sustento diario a sus hogares.

Económicamente hablando, la inflación consiste en el proceso de inyectar circulante en el mercado, produciendo una masa monetaria mayor en el sistema, que no se encuentra respaldada por la generación de riqueza que acompaña a esa  nueva emisión de circulante.  En otras palabras, existe más capacidad de compra por el circulante que hay, no obstante la misma cantidad de bienes o servicios para ser adquiridos por los consumidores.

Ante esta circunstancia, automáticamente se produce un aumento generalizado en todos los bienes y servicios y por ello pareciere políticamente prudente ganar la simpatía del pueblo salvadoreño,  promoviendo por medio de un  decreto presidencial,  un aumento al salario mínimo.  Una vez más muy buenas intenciones, pero poco sostenibles en el tiempo.

Si hoy,  los empresarios salvadoreños se ven obligados de implementar un aumento salarial en sus empresas, la única forma de encarar dicho aumento y cumplir con las disposiciones presidenciales, es transferir ese sobrecosto a sus productos o servicios.  Surge la siguiente pregunta: si los productos salvadoreños con un sobrecosto del 20% en la mano de obra, pueden competir con los mismos productos que se importan a El Salvador, que no tienen ese incremento, entre otros?

El presente aumento salarial  puede perfilarse  como el principio del fin de la economía salvadoreña.  Esta se verá profundamente afectada no por el incremento salarial, más bien por productos que compiten en  supuestamente igualdad de condiciones, pero tiene un precio más accesible para el consumidor local.  El efecto en la oferta de bienes pone en riesgo a las empresas de nuestro hermano país. Más que despedir empleados en el corto plazo,  hace que la empresa salvadoreña se vea expuesta a competir con otras industrias que no tienen esa carga laboral.  Finalmente, los aportes tributarios de estas últimas corporaciones tienden a la baja como sus ventas, poniendo en serios problemas al fisco salvadoreño.

Parece que las medidas populistas de los gobiernos en el mediano plazo,  siempre hacen que sea más caro el caldo que los frijoles. Tristemente,  terminan afectando más a quienes se intentó beneficiar cuando fueron concebidas.

¡El salario mejora cuando hay más demanda laboral, trabajamos por crear más empleos!