Como cada cuatro años, se retoma en nuestro país el proceso electoral para la elección de cargos públicos en las instituciones más importantes de nuestra nación.
Entre otros, el cargo de presidente y vicepresidente, diputados para el Congreso de la República, alcaldes, síndicos y concejales municipales.
Una época muy especial que vive la población pues se convierte en una verdadera fiesta cívica.
Si, un periodo muy particular. En mi humilde opinión, una verdadera democracia y más ahora con la participación de más de 25 agrupaciones políticas. Todos tienen el derecho de elegir y ser electos en la contienda, para servir a nuestro país.
No podemos olvidar que este proceso se convierte en el mejor espejo de lo que es nuestra sociedad, en un momento determinado. Digo esto por la siguiente razón:
Primero, se convierte en una vitrina de críticas a los distintos aspirantes a cargos públicos, en algunos casos señalando la idoneidad, en otros las calidades morales, en otros la honestidad y su pasado por la cosa pública, pero en muchos casos, un verdadero descontento por el descaro que representa el comportamiento de determinado candidato en su afán de participar y ganar un cargo.
Segundo, Cuando me refiero a un verdadero espejo, identifico este fenómeno a lo que reflejan algunos de nuestros aspirantes con su trayectoria, comportamiento y propuestas. Estos patrones de conducta son el reflejo de lo que en muchos casos somos los guatemaltecos.
Tenemos que recordar que nuestros burócratas y candidatos a cargos públicos, no son seres fuera de este planeta, ajenos a nuestra realidad, ajenos a la sociedad guatemalteca. Todos y cada uno de ellos emanan de nuestras comunidades y son estas últimas las que se identifican y aplauden sus propuestas con su voto. Podría ser entonces una conclusión lógica: “lo que es, es lo que somos”.
En otras palabras, lo que hoy pasa es lo que hoy somos.
Entonces, pareciere un esfuerzo muy grande encontrar mejores candidatos para desempeñar cargos públicos, si estos emanan del universo de lo que somos los electores. Qué problema.
Por ahí, el verdadero trabajo a realizar para cambiar esta suerte y la realidad que vivimos, radica primero en trabajar haciendo mejores ciudadanos. Estos producen grandes comunidades y estas últimas formar un gran país.
¡Trabajemos en ello, Guatemala vale la pena!